Una chica con gatos
- Sharon Villalobos

- 10 ago 2022
- 5 Min. de lectura

Imagen tomada de Centro Veterinario Aponte.
Aquí estoy sentada desde mi escritorio escribiendo unas cuantas líneas mientras espero a que se enfríe mi té de jengibre con cúrcuma. Que si por mí fuera, me tomaría un café bien cargado del Café Tal, pero luego me da insomnio. Estoy escuchando la lluvia y también la lista de reproducción que puso Alexa. He decidido hablar de mi vida porque entre más crezco (envejezco para los pesimistas) me topo con gente haciendo comentarios sobre cómo la he estado llevando o manejando. Ya tengo treinta años y definitivamente he pensado que la edad es sólo un número, al menos desde mi perspectiva. Antes estaba frustrada, haciendo cuenta regresiva para llegar a esta edad, pero yo creo que lo que me tenía así era que a los 29 años estaba deprimida y desubicada.
Hace unos días leí un artículo en un sitio web sobre la mujer. Y decía que al nacer como mujer, creces con una lista de ingredientes, así, como si fuera una receta de cocina. Los ingredientes eran: Encontrar una pareja, casarte, salvaguardar tu soledad y el qué dirán. La maternidad. La feminidad impecable: ni mal portada ni mal vestida, con las piernas cruzadas. Usar maquillaje. Estar delgada. Acostumbrarse a la frase “eso no es de una señorita”. Ser la esposa perfecta. Aprender a cocinar, etcétera.
Cuando estaba en la primaria mi deporte favorito era el futbol, me encantaba jugarlo. Por supuesto que me metí al equipo de la escuela y me volví una niña muy atlética y deportista. Apasionada por el futbol. Durante los recesos me iba con el grupo de niños a jugar. Aprovechaba mis treinta minutos libres para hacer cualquier cosa que implicara correr, saltar, escalar, patear (balones, obviamente), trepar árboles. Mientras tanto, mis amigas se sentaban en círculo a comerse su sándwich de jamón y mayonesa.
Casi cada día regresaba a mi casa con raspones y golpes. Mis calcetas salían de la casa blancas. A las dos de la tarde regresaban como una mezcla exótica de colores: rojo, café, negro. Un día, en una fiesta de cumpleaños, tuve un accidente muy fuerte con una bicicleta. El manubrio se me encajó en la rodilla. El doctor me dijo que no podían coserme porque había perdido demasiada piel, así que tenía que sanar mi rodilla sola y con el tiempo. Tengo prácticamente un hoyo en la rodilla. Conforme iba pasando el tiempo, la gente comenzó a hacerme preguntas:
“¿por qué no juegas con las niñas?”, “tienes las piernas llenas de cicatrices”, “¿no te da pena usar falda con todas esas marcas?”.
Yo ya estaba en secundaria. Crecí con una inseguridad enorme. Odiaba los días en los que tenía que usar un vestido o una falda, no por el hecho de que no me gustara, sino porque pensaba que todo el mundo criticaba mis piernas. Ya en prepa mi vanidad empezó a aumentar y estaba más consciente de mi físico. Creía que poniéndole más atención a mis cicatrices mágicamente desaparecerían.
Dejé el futbol y me metí al voleibol. Me gustaba mucho, pero no me encantaba como el otro. Decidí enfocarme más en este deporte porque aparentemente era más femenino.
Comencé a deprimirme porque sentía que mis gustos e intereses no encajaban con la sociedad en ese momento. Una ansiedad se apoderó de mí. Comía y comía porque era mi manera de controlarla. Claro que mi condición para seguir con el voleibol “valió chorizo” y también lo dejé. Al menos ya no iba a escuchar comentarios o preguntas sobre el futbol y las piernas. Pero sí otros, como lo de mi aumento considerable de peso. “Sharon está bonita, pero está llenita”. Hasta rimaba la frase.
Terminé la preparatoria, gracias a Dios, y me vine a Guanajuato a la universidad. Estudié la carrera “Enseñanza del Español Como Segunda Lengua”. Una carrera definitivamente hecha para mí. Mis amigas de toda la vida y yo comenzamos a independizarnos, a cuidarnos entre nosotras, a enfiestarnos, a emborracharnos y cualquier verbo que termine en “nos”. Podría decirse que ha sido una etapa muy interesante en la vida; sin embargo, no la mejor.
Conocí a muchas amigas que ahora forman una parte fundamental en mi vida y en mi desarrollo personal y emocional. También conocí a muchos chicos, conocí la cruda, conocí la ceguera por tomar alcohol barato. Me presentaron las drogas; sin embargo, no las conocí a profundidad. Creo que el alcohol barato y yo nos llevábamos mejor. Creía que esas preguntas y comentarios del pasado jamás regresarían, pero lo hicieron. Cabe aclarar que mis amigas tenían citas, novios, pretendientes.
“Casi todas tus amigas tienen novio, ¿tú por qué no?”, “¿por qué tú no sales con nadie?”, “eres o muy especial o te gustan las mujeres”, “no me digas que eres lesbiana”. Dios mío, ¿acaso si me iba a una isla en Filipinas dejaría de escuchar todo eso?
Terminé la universidad, me titulé, ejercí mi carrera y el alcohol y la fiesta se convirtieron en mis escapes. Solamente así me sentía bien y me desconectaba de la realidad. Al menos así los comentarios no me afectaban tanto.
Los viajes también me estaban ayudado muchísimo. Olvidé recalcar que mi aumento de peso seguía igualititito que en la preparatoria. Mis amigas estaban ejerciendo también sus carreras y viviendo en diferentes partes de México, y otras fuera del país, planeando su futuro. Casándose, teniendo hijos; yo, siendo felizmente la dama de honor, estando ahí en cada boda. ¡Y adivina qué! Las preguntas y comentarios otra vez me alcanzaron en mi viaje por esta vida.
“¿Qué sientes de que tus amigas ya se están casando?”, “¿y tú para cuándo?”, “¿y el novio?”, “¿no te afecta el saber que podrías ser la última?”, “Ya tienes que ir adoptando gatos poco a poco para asegurar tu futuro”.
Un día toqué fondo. Me internaron por tres días. Mi amor hacia mí estaba pisoteado. ¿Qué estaba pasando conmigo? Decidí ir a terapia, por meses y meses. Mi terapeuta me ha ayudado mucho y me ha tenido tanta paciencia. Si tuviera millones y millones de gomas de mascar, podría hacer una estatua de ella, así como Helga hizo la estatua de Arnold, pero creo que no es necesario, jeje.
Me tomó bastante tiempo darme cuenta que no tengo que irme a una isla en Filipinas para dejar de escuchar comentarios o para tratar de complacer o encajar en una sociedad. Inconscientemente yo solita me estaba presionando. Mi mamá, mi hermana, mi abuelita, mi tía, mis amigas y amigos siempre han estado ahí. Queriéndome tal y como soy. Respetando mis tiempos. La gente siempre va a hablar, de todas maneras.
Me gustaría describir brevemente mi vida en estos momentos: vivo sola, no estoy casada, soy dueña de mi propio negocio, tengo dos gatos y, si por mi fuera, tendría cinco más, pero mi economía no me lo permite. Me encanta decirle a mi mamá que mis gatos son sus nietos. Cada vez que puedo sigo jugando futbol. Soy vegetariana y me encanta hacer ejercicio. Amo ser dama de honor de cada una de mis amigas y acompañarlas en cada una de sus etapas. Ya tengo siete vestidos de dama, por si alguien necesita alguno. Tengo cuatro sobrinas, por lo tanto, soy la tía borracha y buena onda. Me encanta usar vestidos, lucir mis piernas llenas de cicatrices y contar la historia de cada una de ellas. Vivo felizmente enamorada ❤.
Entonces, así como decía el artículo que leí hace unas semanas, si la vida de la mujer fuera una receta de cocina y la siguiéramos al pie de la letra, daría como resultado un hermoso pastel, de esos de veinticinco pisos, blanco e intacto. FUCK THAT SHIT! Ahora entiendo que la vida de una mujer sí puede llevar todos esos ingredientes, pero el chiste es crear tu propia receta. Así como le puedes quitar el huevo a un pastel y hacerlo vegano, seguro estará delicioso. Al final el resultado es el mismo, un pastel. Sólo diferente sabor, diferente textura, pero lo importante es que se disfrute. Al igual que la vida, con muchos ingredientes o pocos. Haz tu propia receta en esta vida.

Lo ame!!! Te queremos, besos angie
Gacias por compartirlo y enseñarme que esta bien hacer nuestra propia receta :) .
Te amo.
Atte: palomitas con capsup
Eso! Muy bello Sharon! Gracias por compartirla =)
muy genial, generar nuestra propia receta!! A nuestro ritmo a nuestro sabor.
shanga, me encanta que te elijas a ti y a tu felicidad, siempre haz sido hermosa y aunque tu cabecita llegó a pensar lo contrario, las personas que tenemos la suerte de tenerte sabemos que eres la más linda, la amiga que siempre escucha y que a pesar de todo siempre está de buen humor y con toda la actitud, te quiero!! y que vengan 10 gatos más! 😹🐈⬛🐈⬛