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Todas las casas están embrujadas.

Actualizado: hace 6 horas

Del viaje que fue conocer a María Fernanda Ampuero

María Fernanda Ampuero en la firma de libros durante el Seminario de Literatura de la Biblioteca Pública AC en San Miguel de Allende, Guanajuato, México. Foto tomada por Saralicia Mumulmea
María Fernanda Ampuero en la firma de libros durante el Seminario de Literatura de la Biblioteca Pública AC en San Miguel de Allende, Guanajuato, México. Foto tomada por Saralicia Mumulmea

Hace semanas scrolleaba en mi cuenta de Instagram y apareció la promesa de una aventura: María Fernanda Ampuero haría una gira en México para presentar su libro Visceral que salió a la luz en diciembre de 2024. No lo podía creer y sigo sin hacerlo, la escritora nacida en Guayaquil, Ecuador, y radicada en Madrid, de cuya pluma salieron también los libros Pelea de gallos (2018) y Sacrificios Humanos (2021); antologadora -o antojologadora- de Dantescas. Cuentos de mujeres que descendieron a los infiernos (2024), un título imponente y alucinante que anuncia el terror que se vive en cada una de sus páginas. Y todo lo demás que es ella y que no hay palabras para describirla con justicia, como un sueño, estaría en mi país*grititos*. Por si eso no fuera lo suficientemente genial, me vino otra ola de emoción al ver que estaría tan cerca de las dos ciudades que me han dado tanto amor en forma de amistades y de recuerdos, Guanajuato y Querétaro. No hubo duda, yo debía estar ahí. 


Es cierto que sólo necesitas una amiga alborotadora, que te anime y te haga sentir acompañada en la imposibilidad. Así entró en esta historia mi twin*, Cristina. Ella me recordó que conoció a la escritora cuando hace algunos años compartí el cuento "Subasta” en mi cuenta de Instagram. Sospecho que le pasó algo similar a mi experiencia: fue amor a primera lectura, literal, a primera vista. Lo dicho fue suficiente para comenzar a gestionar nuestra asistencia al evento organizado por el Seminario de literatura de la Biblioteca Pública AC en San Miguel de Allende, Guanajuato. 


Llegó el día esperado: sábado 12 de abril. Cristina y yo nos subimos a su auto a las 8 am. Amo las charlas que salen de los roadtrips, independientemente de su duración. Hablamos todo el camino sobre María Fernanda Ampuero y nos reímos mucho de nosotras al advertir, en cada elogio, lo fans que somos. Pero también nos escuchamos atentamente al hablar de cada detonante de su escritura y lo identificadas que nos sentimos con sus temas: la moneda al aire que son las citas por aplicaciones, cómo vivimos nuestra sexualidad, la gordofobia y demás. Llegamos al centro de San Miguel de Allende, dejamos el auto a las 10 am y apresuramos los pasos, ya que a esa hora también empezaba el conversatorio. 


Recorrer la Biblioteca Pública AC fue como entrar a otra dimensión de calma, flores y murmullos. Es un centro cultural precioso. Espero que sea muy visitado y aprovechado por su comunidad; si yo viviera en esa ciudad, seguro me encontrarían por sus pasillos y libros, o en la apetecible cafetería. Al parecer fui una de las pocas personas que viajaron desde otro estado para participar en el conversatorio y la presentación del libro. Incluso me sentí como toda una celebridad con la cálida bienvenida de Azahar Hernández y su equipo. Viajé desde el norte al centro y cada segundo valió el esfuerzo.



Ingresamos a la sala de la biblioteca y nos dimos cuenta de que llegamos muy a tiempo, ya que apenas empezaría la actividad. Cuando llegó María Fernanda quedé asombrada por la dulzura de su voz combinada con su acento; una delicia escucharla. Esa mujer tan simpática y radiante de luz, ¿de verdad escribía sobre tanto dolor, vísceras y violencias? Lo fui confirmando en cada palabra dicha durante las horas que siguieron.


Recuerdo que después de ser presentada por Azahar Hernández, la escritora habló de lo que percibí como un viaje en un sentido amplio. Comenzando por que las ideas que cruzaron su cabeza, cuerpo y experiencia llegaron a tomar forma de libros, esos vehículos fascinantes que nos permiten imaginar realidades alternativas y que desafían los límites de tiempo y espacio: cruzan mares y fronteras, se burlan del paso de las décadas e incluso se extienden ingeniosamente a otros idiomas (adicional al español, los textos de la autora han sido traducidos al inglés, italiano y portugués). Entonces, imagino a María Fernanda extirpando sus ideas, las vuelve palabras, una tras otra, siente, piensa y escribe. Reúne las suficientes para idear un cuento, después un libro. Viene la experiencia tangible de tenerlo en sus manos. Llega a miles de lectorxs, entre ellxs, una morra en el norte de México que la lee y siente profundamente cada historia. Es por eso que desde que la conocí, la he sentido tan cercana. La literatura hace posible crear ese tipo de vínculos, por medio de las palabras y no necesariamente de caras. 


No puedo arriesgarme a decir cuál ha sido el impacto de su literatura en México, pero es lo suficientemente grande como para que desencadenara una gira breve por este país, visitando otras ciudades aparte de la capital. El viaje de la escritora, en todo caso, comenzó desde antes, con la valentía, el talento, el ingenio y la rabia, ingrediente esencial, con el que sus libros han llegado y estremecido a tantas personas. 

Como siempre que no puedo entender algo, que la injusticia me retuerce las vísceras, que siento que podría desmayarme de ira, recurro a la literatura.
Lo otro, la otra opción, sería morderme las manos hasta dejármelas en carne viva y ensangrentar el teclado, o saltar por la ventana y que encuentren un papelito que diga: “Me han matado todos los hombres”, o prenderme fuego entre los runners y las patinetas eléctricas y que me graben con sus móviles.
Estoy segura de que tengo demasiada rabia dentro para estar viva y que, a la vez, esa rabia me mantiene viva. No sé si me explico. (Visceral)



Un dato curioso de mí es que tengo la facilidad para hablar en público. Incluso la mayoría de mis trabajos se centran en eso. Sin embargo, hay momentos en los que cuando tengo oportunidad de preguntar o comentar, me invaden los nervios. Sospecho que tiene relación con la búsqueda de la palabra exacta, por más tonto que suene. Cuando supe lo que quería decir, comencé a sentir que mi corazón latía más fuerte de lo esperado. Tuve que respirar profundamente y beber agua antes de atreverme a levantar la mano. Comencé exponiendo mi admiración por su trabajo y lo mucho que me ha inspirado, hasta preguntar sobre la escritura desde la rabia. La respuesta que dió María Fernanda fue muy conmovedora: que esperaba que mi generación fuera la última que escribiera enojada, que las niñas que nos sucedieran pudieran escribir sobre cosas lindas. Nos recordó también la magnitud de la violencia contra las mujeres, en particular del feminicidio en este país. El tema del pacto de caballeros, también conocido como el pacto patriarcal, fue comentado por la autora: cuando el silencio entre los hombres es cómplice de violencias, entonces sí son todos los hombres. Compartió experiencias impresionantes que ha tenido en México con sus lectorxs. Como las niñas a las que visitó en Jalisco y que le preguntaron si el cuento “Subasta” es un manual de instrucciones para cuando las secuestren, y no si las llegaran a secuestrar. En esa afirmación queda expuesto cómo esas niñas comprenden que la violencia forma parte de su futuro, como algo esperable con normalidad. Mis ojos fueron vidrios empañados varias veces ese día.



Todas las casas están embrujadas 


En todas las casas hay fantasmas, queramos verlos o no, hablar de ellos o no. María Fernanda Ampuero apuesta por hablar de los suyos. Su obra Visceral es, como lo dijo uno de los participantes del conversatorio, su apertura en canal frente a un público lector. Compuesta por veintiún ensayos breves y feroces, cuyos temas son un portal hacia la vida y las preocupaciones de la escritora: la infancia, la maternidad, la familia, la gordofobia, la salud mental, las separaciones, los estándares de belleza, la monstruosidad, las violencias, la migración, la enfermedad, la ecoansiedad (palabra que conocí ese mismo día). Y mucho más. Un libro brutal que convive paradójicamente con la ternura. Un grito, -o aullido como ella lo refiere- de dolor que también es como meter el dedo en la herida. Mientras lo leía, sentía unas ganas enormes de abrazarla y decirle: no hay nada de malo en ti. Esas palabras que la María Fernanda niña, adolescente y adulta quiso escuchar en momentos difíciles. Esas palabras que muchas quisimos escuchar en algún momento. Yo la abrazo con cada una de las mías que voy escribiendo, porque al leer las suyas, imaginaba el dolor de arrancarlas del pecho, de las fotos, de los recuerdos y de revivirlas para poder exorcisarlas. Todas las familias tienen sus fantasmas, nos persiguen, nos habitan porque heredamos ideas, comportamientos que nos pueden tomar toda la vida erradicar y eso sólo si somos conscientes de ello. 


Para mí, escribir desde la rabia no sólo es importante, sino muy necesario. Es una emoción muchas veces incómoda y negada socioculturalmente a las mujeres; aprendemos a no expresarla por temor a ser invalidadas, percibidas como locas, histéricas. Pero en realidad la rabia es una emoción que merece ser vivida y no negada, porque es el resultado de todo aquello que nos parece injusto, que nos indigna, lo que nos ayuda a resistir frente a una realidad que nos violenta; no es una rabia gratuita, sino bien fundamentada y consecuencia de las estructuras que oprimen desde hace tiempo y que siguen instaladas en nuestras sociedades. Y sí, hablo de los titanes que se nutren de sangre, exterminio, dolor y tiempo engullendo todo a su paso: el patriarcado, el capitalismo, el antropocentrismo, el colonialismo, el capacitismo y el racismo (enunciación expositiva, mas no limitativa). 

Yo tengo miedo. Tengo miedo todo el tiempo. Escribo porque tengo miedo, porque soy mujer, porque me han enseñado a odiar mi cuerpo; porque soy extranjera, porque vivo en un país en el que el fascismo leuda en el horno de la indiferencia general;  porque en el país en el que nací aparece decapitada la gente que se niega a pagar a los narcos el derecho de tener un negocio propio; porque todo sube menos mis ingresos, por la precariedad de los que me rodean; porque el planeta está destruido y en Europa no hace más que ganar espacios la ultraderecha. (Visceral)

Una realidad profundamente dolorosa es que todas las violencias se han legitimado desde la cultura y cruza todas las instituciones sociales: la familia, las escuelas, las iglesias, el Estado. Las mujeres no estamos seguras en el espacio público, eso lo han dicho desde siempre, y cuando ocurre una tragedia como un feminicidio nos culpan a nosotras o a nuestras madres por permitirnos la libertad. Ahora, después de la pandemia espero que haya quedado más que claro que las mujeres tampoco estamos seguras en nuestras propias casas, con nuestras propias familias. No estaremos seguras mientras que en todos los espacios que ocupamos no se desmantelen estas estructuras de poder y misoginia. La literatura de María Fernanda Ampuero habla precisamente de eso, de cuestionar esas violencias que impregnan los núcleos familiares: ¿qué hacemos cuando esas personas que, se supone, son las que más te aman en el mundo, son las que también tienen el poder de destruirte, de arruinarte todos los espejos?


Entonces, Visceral es un libro que nos confronta como sociedad. Es increíble y dolorosa la cantidad de ecos personales que despiertan las letras de esta escritora. Todas las mujeres que pudimos compartir nuestras ideas, experiencias y sentimientos en el conversatorio, mencionamos en algún momento “me siento identificada con lo que escribes”, porque escuchamos y reconocemos que todo eso que a ella le duele, sigue siendo parte de la vida de las mujeres independientemente de su tiempo y geografía. Porque la lucha sigue por eso, como dicen las mujeres zapatistas: 

Que vas a luchar por la verdad y la justicia que merece su dolor. Que vas a luchar porque el dolor que carga no se vuelva a repetir en otra mujer en cualquier mundo.
Llévala y conviértela en rabia, en coraje, en decisión. Llévala y júntala con otras luces.
Llévala y, tal vez, luego llegue en tu pensamiento que no habrá ni verdad, ni justicia, ni libertad en el sistema capitalista patriarcal. Entonces tal vez nos vamos a volver a ver para prenderle fuego al sistema. Y tal vez vas a estar junto a nosotras cuidando que nadie apague ese fuego hasta que no queden más que cenizas. Y entonces, hermana y compañera, ese día que será noche, tal vez podremos decir contigo: “Bueno, pues ahora sí vamos a empezar a construir el mundo que merecemos y necesitamos”.**

El cierre de ese día fue muy lindo, porque a dos días del cumpleaños de la escritora, pudimos cantarle las mañanitas mientras sostenía su pastel con una sonrisa bellísima. María Fernanda, espero que el deseo de esa velita se haga realidad muy pronto. Muchas gracias por escribir mensajes tan valiosos, por hacer de la escritura tu lucha, por recordarnos que hacerlo es importante: “escriban, las necesitamos”; es cierto lo que dijo Audre Lorde, el silencio no nos protegerá. Y así cada una, desde su trinchera, hasta que la dignidad se haga costumbre.





* Cuando conocí a Cristina en 2014 y en cada paso nos asombraban nuestras similitudes, nos adoptamos como twins. Nuestra afinidad insospechada vence así cualquier argumento biologicista. De hecho, compartir el nivel de admiración por Ampuero, es otra afirmación de twinidad.




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