Ahora que soy mamá
- Astrid G. Bojórquez
- 28 may
- 3 Min. de lectura

Escribo esto deprisa en una de las siestas que toma mi bebé durante el día. Quizá no tenga más de 20 minutos para hacerlo porque despierta si no me huele cerca por un rato. Últimamente he dejado de lado el oficio de la escritura debido a mi nueva y demandante ocupación: ser mamá de tiempo completo. Aclaro que no me quejo, me encanta pasar el día con mi hija de casi 5 meses y sé que soy privilegiada de poder hacerlo más allá del permiso de maternidad que otorga la seguridad social, sin embargo, esta situación me ha llevado a hacer a un lado muchas otras de las cosas que soy y me componen: no estuve frente a grupo este semestre (y en verdad amo ser maestra), casi no he escrito (y es una actividad que me mantiene en la cordura) y he leído muy poco. Ni hablemos de tener vida social.
Si bien, esto no durará para siempre, la niña crecerá y poco a poco recuperaré mi independencia, no implica que sea problemático para mí, que, con tanto tiempo y esfuerzo, logré encontrarme verdaderamente en estas actividades. Además, los cambios nunca fueron mi fuerte, sí, me preparé casi 10 meses para recibirla, pero esta pequeña casi vuela: cuando apenas estoy entendiendo algo sobre ella o su desarrollo, la florecita con la que vivo ya está en otro asunto, y yo me quedo aquí, desubicada, ojerosa y ansiosa porque me tengo que adaptar de nuevo a otra situación que evolucionará antes de que me dé cuenta y así sucesivamente.
Este mundo de cambios es una locura. Yo tenía una concentración maravillosa, podía leer por horas, estar en el mismo lugar sin darme cuenta del tiempo y hoy día apenas puedo concentrarme por tres minutos, me cuesta trabajo recordar palabras (que se supone que son mi especialidad) y me estoy quedando sin cabello. Ni hablar de las otras cientos de situaciones físicas y hormonales con las que mi cuerpo está batallando valientemente.
Es por eso que, antes de que se acabe mayo, quiero robarme este momento del día para agradecer a todas las mamás que sostienen al mundo, ¡qué locura de trabajo trae hacer vida! Porque ser mamá no solo requiere del cuerpo para gestar: ocupa del tiempo, la mente y hasta la profesión por la que una ha trabajado tan arduamente.
Gracias a todas las mujeres que se comen su ansiedad por tratar de criar lo mejor posible a sus hijxs, gracias a todas las que salen con el dolor de su alma a trabajar y lxs dejan encargadxs para poder llevan el pan a casa, gracias a todas las que pausan su vida académica o profesional por dedicar su intelecto y esfuerzo a sus criaturas. Gracias a todas las que resisten a este sistema tan inhumano que cree que 45 días de cuidados maternos son suficientes para que la mamá regrese a sus labores.
Gracias por todo el sacrificio que viene de ese profundo e inexplicable amor. También gracias todas las redes de apoyo que nos permiten seguir funcionando en el día a día como madres: las mamás que se convirtieron en abuelas y le dieron su primer baño a la nieta porque qué miedo lastimar a un ser tan pequeñito; las tías que trajeron comida y facilidades para que la nueva mamá solo se enfoque en alimentar a la nueva criaturita; gracias a las cuñadas que se desvelaron con el recién nacido para que la mamá pudiera recuperarse del parto; y, mil gracias a las amigas que sostienen con sus visitas y mensajes la salud mental de las mujeres que entregan todo a esa nueva parte de ellas que ya no está en sus cuerpos: sus hijxs.
Ahora que soy mamá me doy cuenta de muchísimas otras situaciones que no entendía en el mundo y agradezco inmensamente todo lo que me rodea: cada día con mi bebé en los brazos (mientras aún quepa) cada momento de apoyo incondicional de la familia y seres queridxs, pero sobre todo, agradezco la resiliencia que tengo frente a cada pequeño o gran cambio que busca enloquecerme, incluyendo la idea de abandonarme a mí misma, porque me tengo que recordar diario que ahora también soy mamá.
Leyendo esto mientras amamanto a mi bebé de casi 4 meses es un abrazo al corazón de mamá ❤️